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domingo, 1 de noviembre de 2015

De Benarés a Compostela



JOAQUÍN ALBAICÍN - Foto José Luis Chaín-Soria Taurina por Joaquín Albaicín – Me gusta sentarme y charlar con peregrinos, porque relatan historias y proponen acertijos harto más interesantes que los simples peatones. Hagan la prueba y juzguen por sí mismos. Acaso suene a disparate, pues lo es, me comenta el andariego con quien comparto hoy mesa y té, pero el hinduismo, cuyo número de practicantes debe sobrepasar los mil millones de almas, no está formalmente reconocido en España, ¿Cómo? Sí, en el sentido de que, por ejemplo, a un moribundo o un recluso hindúes no les asiste el derecho legal a recibir asistencia espiritual en el hospital donde agoniza o la cárcel donde expía su pena, como está previsto que le sea dispensada a un protestante, un judío o un musulmán.
¡Como les digo! ¿Un poco más de té? ¿Más azúcar? Y esto acaece en España, donde encontramos legalmente registrados en calidad de religión tocomochos como –entre otros- la Cienciología, cuyas “doctrinas” diríanse extraídas de un tebeo futurista. Del mismo derecho disfrutan incluso religiones extintas hace ya siglos, como la que venera como principales dioses a Thor y Odín, cuyo culto –o algo remotamente parecido- ya sólo es posible practicar en virtud de extraordinarios ejercicios de fantasía y buena voluntad. Al parecer, en España viven alrededor de doscientos y pico “odinistas”. A los hindúes, en cambio, que son muchísimos más y no se dedican a jugar a Erik el Vikingo, la Administración les exige -de cara a constituirse formalmente como culto con derecho a beneficiarse de ayudas de la Administración- la obtención de un certificado de arraigo que ha de recibir, después, el visto bueno de una comisión de funcionarios expertos en dicha materia, lo cual no deja de antojarse, como mínimo, delirante. Porque, ¿qué es, exactamente, eso del arraigo? ¿Quién o qué es –sobre todo, en boca de los misioneros del mundo globalizado- un experto en arraigo?
Otro sorbito de té… Un funcionario nacido en Soria, estudiado en Salamanca y, finalmente, ocupante de una plaza de algo en Barcelona… ¿Estará lo suficientemente arraigado como para poder ejercer como experto en el particular? ¿Hasta dónde alcanzaría su competencia en arraigo? ¿Hasta el Burgo de Osma? ¿Hasta las Ramblas? ¿Abarcaría todo el campo charro? ¿Llegaría sólo hasta los alrededores de la Universidad? ¿O el criterio es otro?
Por ejemplo: cuando un padre musulmán, católico o protestante espeta a su hijo: “¡Cállate ya, desarraigado!”… ¿Significa eso que el islam, el catolicismo o el evangelismo están perdiendo arraigo en la Piel de Toro? ¿Que dichas confesiones están rozando la frontera de la legalidad religiosa? ¿Ante qué clase de fenómeno nos encontraríamos?
¿Tienes fuego? Gracias. Sí, sigo fumando Habanos, aunque ahora se llame Herencia… Desatinos legales como este siempre me han parecido, la verdad, estrategias de ese empeño puesto en liza por la civilización occidental moderna –bajo una apariencia todo lo pía que se quiera- para constreñir y reducir en lo posible toda influencia de las religiones tradicionales –y, por tanto auténticas- en el ánimo de los hombres, al tiempo que procura su reemplazo por versiones grotescas e histriónicas de las mismas. ¿Objetivo? Que los mercaderes se enseñoreen del templo a tiempo completo y los bancos se conviertan en las nuevas catedrales (y mezquitas, y sinagogas, y gurdwaras, y pagodas…) de la Nueva Era. El tiempo dirá si me asiste o no la razón.
Una de las personas que más gestiones y esfuerzos están llevando a cabo para corregir tan absurda situación es mi peregrino contertulio de hoy, Juan Carlos Ramchandani (o -como le conocen sus maestros y discípulos- Krishna Kripa Dasa): conferenciante, escritor y sacerdote hindú que, poco antes de pronunciar su conferencia en el Palacio de Santa Bárbara de Madrid, me expresa su perplejidad ante la demanda de que presente pruebas administrativas de notorio arraigo, por cuanto, en la ciudad donde nació y siempre ha vivido, Ceuta, existe una vitalísima comunidad hindú desde mediados del siglo XIX. Ramchandani es autor de varios libros escritos en tono divulgativo para dar a conocer las creencias y rituales básicos del hinduismo, como Dharma. Introducción al hinduismo (Nuevos Escritores) o Entre la materia y el espíritu (Finis Terrae)… El primero es lo que su título indica. El segundo, un sartal de ensayos breves en torno a problemas contemporáneos abordados a partir de las herramientas de reflexión proporcionadas por la tradición vaishnava -devocional- a que pertenece.
Presidente de la Federación Hindú de España, Ramchandani recorre con denuedo la Piel de Toro no sólo como oficiante de esponsales y orador, sino en calidad de romero, como acaba de hacer participando en la Peregrinación Interreligiosa a Santiago de Compostela, paseando su porte de santón hindú por las viejas sendas antaño recorridas por los monjes de San Bernardo, los cruzados de serpeantes cicatrices y los legendarios Condes de Pequeño Egipto y salmodiando cada día y al romper el sol el Gayatri mantra, acaso tras haber pernoctado al abrigo de los muros de una antigua ermita del Temple.
Un vishnuíta tras los pasos del Apóstol… ¡Ah, si Cunqueiro te hubiera conocido, Krishna Kripa Dasa! ¡Qué gran relato hubiera escrito! Como a él ya no le es posible, habré de ocuparme yo.
Foto: José Luis Chaín

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