domingo, 21 de marzo de 2021

Ecología global y espiritualidad

El planeta se desintegra bajo la presión del abuso ecológico. ¿Los líderes religiosos pueden aportar alguna ayuda? 

Un estudio de Naciones Unidas sobre contaminación medioambiental menciona que sobre 2060, puede que muchas ciudades costeras del mundo sólo presuman de su población de flora y fauna acuáticas. El deshielo de los casquetes polares hará que suba el nivel de los océanos, lo que provocará la desaparición de vastos tramos de costa. Al mismo tiempo el calentamiento global provocará drásticas pérdidas en la producción agrícola, se derretirán los glaciares del Himalaya y, consecuentemente, habrá inundaciones devastadoras. Con el tiempo, y sin glaciares en sus fuentes, las grandes corrientes de agua de la India como los ríos Ganges y Yamuna irán secándose. El resultado será una sequía pertinaz en todo el norte de la India. Los suministros per cápita de alimentos y agua se desplomarán. Entre el treinta y cuarenta por ciento de la flora y fauna que conocemos sólo podrá estudiarse en los libros de historia. Además de en la India esto puedo ocurrir en muchos otros países del mundo. En la lucha por la vida, la norma será la extinción. Seremos testigos de la desaparición del ecosistema de la tierra, y nosotros habremos sido sus sepultureros, sino le ponemos remedio. 

Puede que haya quien diga que estos resultados son exagerados, pero nadie puede negar que la contaminación ha dañado el medioambiente. Aunque hace décadas que se conoce la contaminación medioambiental, poco se ha hecho para controlarla. Los países más industrializados son responsables de cerca de la mitad del desorden medio ambiental, sin embargo, la idea de reducir sus lujosos y derrochadores modos de vida les resulta inaceptable. Las naciones en vías de desarrollo destinadas a ser superpotencias como la India y China, por su parte, hacen poco aparte de señalar acusadoramente al mundo desarrollado: "¡Habéis maltratado el medioambiente durante tantos años; ahora nos toca a nosotros!".

Incluso si los gobiernos de todo el mundo promulgaran y pusieran en práctica leyes estrictas para el control de la contaminación, no veríamos soluciones permanentes. Puede que la legislación resolviera algunos problemas puntuales, pero pronto se manifestaría nuevas alteraciones y contaminaciones. Que exigirían nuevas leyes. Y cualquier solución propuesta, que resulte eficaz a largo plazo, debería contemplar también el verdadero origen de todos los problemas medioambientales: las sutiles perversiones del corazón.

La ecología del corazón.

La explotación de los recursos naturales trastorna la ecología. Y la causa de esa mentalidad explotadora es la codicia. La codicia lleva a la falta de autocontrol. Conducidos por esa codicia insaciable, las personas no quieren percibir el caos que sus beneficios puedan provocar en los demás. No les preocupa el legado que dejarán a las generaciones venideras. La contaminación del corazón revierte en nuestro contexto.

Por consiguiente, la cura de todos los males de la contaminación, ha de empezar con la limpieza del corazón de la basura sutil denominada codicia e ignorancia. Hemos de empezar purificando nuestros pensamientos. Unos pensamientos puros conducen a actos puros. En vez de meditar en logros egoístas que satisfagan nuestros placeres, hemos de meditar en Dios, el más puro. Luego debe seguir un cambio de hábitos de vida, simplificándolos. Debido a la intensa codicia sobre unos recursos limitados, se produce la explotación. Pero si permanecemos satisfechos, seremos capaces de trabajar de manera entusiasta sin abusar de nada. Si vivimos de manera sencilla, en armonía con la voluntad de Dios, y dejamos de explotar a otros, no habrá escasez. Si vivimos una vida moralmente responsable acorde con la voluntad del padre Supremo, la Madre Naturaleza proveerá nuestras necesidades. Pero si abusamos de ella para satisfacer nuestros deseos egoístas, recibiremos su castigo en forma de horribles calamidades naturales como terremotos, tsunamis, desertización y un ecosistema inestable. La vida humana exige responsabilidad. Hemos de solucionar el problema como se dice en sánscrito con sreyas, o visión a largo plazo, no con preyas, la promesa de felicidad inmediata que no tiene en cuenta el futuro. Hemos de resolver el problema de una manera ecológica, social y kármicamente equilibrada.

Sufrimos porque, debido a nuestra ignorancia, no vivimos en armonía con Dios. Pero podemos volvernos almas iluminadas y vivir de acuerdo con su voluntad. Entonces lograremos una ecología realmente equilibrada. Las escrituras sagradas de la India, los Vedas nos hablan de vasudaiva kutumbhakam “la humanidad es una familia” y lokah samastah sukhino bhavantu “que todos los seres de todo el mundo sean felices”.

Ecología eficaz desde la espiritualidad.

Muchos maestros han enfatizado el mostrar al mundo un ejemplo de vida en armonía con la naturaleza desarrollando comunidades autosuficientes. Dichas comunidades no dependerían del mundo industrializado en lo referente a alimentos, casa, electricidad, etc., sino que obtendrían lo necesario de la tierra y los bosques. Aunque su visión todavía tiene que materializarse, hay quienes se esfuerzan en esa dirección por todo el mundo. En España tenemos un claro ejemplo con el proyecto de Campus Phi en Acebo (Cáceres) desarrollado y liderado por mi querido hermano en el Sanatana dharma, Swami Rameshwarananda Giri. Campus Phi pretende ser un punto referencial de la gestión inteligente y sostenible de los recursos, cuyo objetivo es crear sinergias entre distintas áreas (arquitectura bioclimática, energías renovables, gestión del ciclo integral del agua y los residuos orgánicos, medioambiente) y cuyos resultados puedan ser compartidos con las instituciones y profesionales del ámbito universitario, científico, de investigación y del pensamiento. En el complejo se encuentra el hotel con un restaurante vegetariano con comida ecológica y saludable, siendo el alma del proyecto el Centro Vedántico de yoga y meditación. el medio que permite el acceso al autoconocimiento como saber esencial, del cual han de brotar las demás aguas del saber. Un ejemplo de integración y equilibrio de la más refinada espiritualidad con la más moderna tecnología puesta al servicio de la naturaleza de la que forma parte intrínseca el ser humano.

Ecología consciente de Dios.

Hay quien afirmaría que los ateos moralistas también pueden contribuir a salvar el medioambiente, que no es obligatorio ser creyente en Dios. Pero si se le pregunta al ateo moralista por las razones para salvar el medioambiente, su respuesta se limitará a una o dos causas: o su interés radica en que de esa manera contribuye a su propio disfrute, o se trata de alguna causa ecológica que le parece atractiva. Debido a que sus opiniones son fruto de su mente, sin unos sólidos fundamentos filosóficos, tienden a resultar incoherentes y caprichosos. Hoy se preocupan por salvar la ballena azul, mañana el panda negro, pasado las selvas amazónicas. Sus razones están revestidas de prejuicios personales. Puede que para proteger la capa de ozono acepte sacrificar vacas porque producen metano que, supuestamente, provoca agujeros en el ozono, pero para proteger su disfrute tolera la industrialización rápida que provoca mayores daños. No conoce la ley universal del karma, no comprende su responsabilidad y no tiene la voluntad de aceptar una vida más sencilla. Su solución al problema es colocar una tirita: Enmascara el problema, pero no sirve para curar la enfermedad desde la raíz.

Hace un par de años me encontré con la activista medioambiental india Vandana Shiva y me pregunto: "el hinduismo se está extendiendo por todo el mundo," dijo, "¿qué hacéis los hindúes para limpiar el medioambiente?" "Nosotros tratamos de limpiar el medioambiente interno del corazón, le respondí humildemente y tratamos de concienciar a nuestros fieles. Aunque tuviéramos la posibilidad de limpiar la ecología global, como los corazones de las masas están contaminados por la codicia y la ignorancia, pronto dicha contaminación volvería a ensuciar el planeta. Pero cuando el medioambiente del corazón se limpia gracias a la meditación y la recitación de mantras, la persona deja de formar parte de la alteración y desequilibrio de la ecología global contribuyendo a un equilibrio entre la materia y el espíritu." “Good point” me respondió ella.

Un medioambiente interno puro significa complacer a Dios, el ecologista supremo, lo cual puede compararse a regar las raíces de un árbol reseco: es la verdadera solución al problema, mantener el equilibrio entre la espiritualidad y la acción ecológica basada en la afirmación de que el planeta no nos pertenece para explotarlo, sino que ha sido un regalo de Dios para que lo cuidemos. 

Dedicado a mis amigos estudiosos del transcendentalismo y la perenne sabiduría hindú, miembros de Ecologistas en Acción: Oscar Ocaña (biólogo) y José Pérez Rivera (arqueólogo) y de los que tanto estoy aprendiendo.

Om Bhumyai Namah: Le ofrezco mis respetos a la Madre Tierra.

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