sábado, 18 de junio de 2022

In Memoriam Raju Shivdasani (1972-2022).

El hombre que cuando se reía, hacía reír el mundo.

El domingo 12 de junio, a la edad de 50 años fallecía repentinamente Raju Shivdasani, docente y emprendedor de éxito, pero ante todo una buena persona. Entre otros Centros educativos fue profesor en el CEIP Andrés Manjón y el CEPA Edrissis. Sus compañeros lo han descrito como una persona cercana y amable.

Raju siempre transmitiendo positividad con su sonrisa.

La vida del puróhita (sacerdote hindú) es una constante visión y experiencia práctica de las dualidades de este mundo material: frío o calor, felicidad o tristeza. El día 10 oficiaba una boda (alegría), y casi una semana después el funeral (tristeza) del amigo Raju. A pesar de más de 35 años de estudio y práctica de la espiritualidad hindú, no dejo de ser una persona con sentimientos, y la pena se incrementa cuando el fallecido es un amigo y nos deja en plena flor de la vida. No puedo ser ajeno al dolor y la tristeza de una madre, unos hermanos, una esposa y unos hijos que han perdido a su referente. Como sacerdote pongo siempre mi conocimiento al servicio de la familia, no solo para oficiar los rituales sino también para aportarles un poco de alivio y luz desde mi experiencia directa y lo que dicen las escrituras sagradas sobre el transito obligado para todos: la muerte.

Toda perdida es dolorosa, pero aún más cuando esa persona es joven y fallece de forma repentina, ¿Cuántas palabras por decir y cuantas cosas por hacer?

Cada persona tiene diferentes formas de vivir el duelo. Algunos lloran mucho y otros apenas lo hacen. Puede que ciertas personas no necesiten hablar sobre lo que están sintiendo y otras tengan la necesidad de expresarlo con la gente que les rodea. Sin embargo, también existen otras formas de despedirse e ir superando poco a poco la pérdida de un ser querido fallecido: orar por su alma (vandanam) recordarlo con cariño (smaranam) y a través de la escritura (likhita). Sin la presión de cumplir con un horario establecido, sin la necesidad de tener que medir mis palabras, la escritura es mi forma de hacer un pequeño pero merecido homenaje a Raju Shivdasani, que mis palabras sean bendecidas por Sarasvati, diosa de las artes y el conocimiento.

Mis Recuerdos

Conocí a Raju en 1984, durante un partido de futbol organizado por la festividad de Diwali, yo jugaba de portero y el de delantero en equipos diferentes. Recuerdo que era otoño y el campo (antigua fábrica de guano) estaba embarrado. Era un buen pelotero y si la memoria de hace casí 40 años no me falla, me metío un gol y perdimos el partido. A partir de ahí salíamos en grupo con otros amigos, algunos de mi quinta (1970) y otros de la suya (1972).

Recuerdo en una Feria de Ceuta por el año 1987, que abrazado a mí y con alguna copita de más me decía “Carlos veo el subsuelo, veo claramente lo que hay debajo de nosotros” y yo no paraba de reirme. Esa anécdota la recordamos hace unos meses.

Luego en 1989 yo me fui a hacer el servicio militar, y el tenía muy claro que quería ser piloto de aviación. A principios de los 90 lo vi en Málaga donde vivía con otro buen amigo, Shushil. Me contaba sus prácticas en avionetas y se le iluminaba la cara, con esa sonrisa que mostraba una dentadura perfecta.

La vida nos puso en caminos diferentes, él se marchó a Estados Unidos y yo pasaba largos periodos en la India. Luego el volvió a Ceuta y comenzó a tratar de reflotar el negocio familiar, se puso a estudiar magisterio. Todo siempre en silencio, con tesón, con dedicación, siempre lo he admirado porque todos sus éxitos no han estado exentos de dificultades, nadie le regaló nada.

A pesar de que el tiempo y las circunstancias hicieron que nuestra amistad se fuera diluyendo, siempre hubo un respeto mutuo. Raju quizás ha sido de los pocos hindúes en Ceuta que han reconocido mi labor religiosa y académica en pos del hinduismo en España.

Como olvidar aquel caluroso julio del 2000 cuando se casó con Nitu, el amor de su vida. La boda duró varios días con multitud de celebraciones, recuerdo con cariño, el verlo bailar y cantar (por primera vez) una canción de Bollywood durante la fiesta del Sangit.

Otra anécdota inolvidable, fue durante la visita de mi Guru a Ceuta, coincidimos en casa de la familia Sajnani. Yo tenía en brazos a mi hijo Govinda, y Raju me preguntó ¿Cuántos años tiene? Yo le dije ya mismo va a cumplir tres años. Y Raju con un semblante serio, me dijo: “lo tienes que escolarizar, lo tienes que escolarizar”. Yo le respondí, “si Raju ya lo tengo matriculado en un colegio, no te preocupes”. En sus ojos noté, por un lado, un sincero interés porque todo niño recibiera una educación y al mismo tiempo vi compasión en su mirada, que no antepusiera mis intereses personales a la educación de mi hijo. Amigo Raju, mi hijo se va a graduar en unos días de la ESO, gracias por tu interés en que fuera un buen estudiante.

Podría relatar más anécdotas, encuentros y conversaciones breves pero profundas. Hace un par de meses volvimos a coincidir. Creo que fue nuestra última larga conversación. Esta vez, navegando en una pequeña embarcación por la bahía de Ceuta, durante la ceremonia de inmersión de las cenizas de su suegra, Nena. Me dijo que le gustaría que algún día los niños hindúes pudieran tener acceso a la educación religiosa en los colegios, o al menos que un sacerdote hindú hablara del hinduismo en las clases de historia de las religiones. Que apreciaba mi trabajo y lucha para que el hinduismo pueda obtener el notorio arraigo en España. Raju me dijo: “Me acuerdo que mientras nosotros jugamos al futbol, tú en los descansos te ponías a leer libros religiosos, siempre tuviste esa vocación por la espiritualidad.” Estaba desencantado con la religiosidad mecánica y repleta de supersticiones y que le gustaba mi estilo de ser claro y conciso a la hora de oficiar los rituales. Yo una vez más, le reitere mi aprecio por su labor educativa, por ser un emprendedor en el campo de la educación. Días después coincidimos de nuevo en una ceremonia por el alma de su suegra, nunca más volvimos a vernos y el destino ha querido que yo oficiara su Antyesti kriya (ceremonia fúnebre).

Carta abierta a Raju

Amigo Raju no naciste en una familia rica, en tus comienzos no tenías influencias ni enchufes, pero sí que tenías voluntad, autoestima y la capacidad de emprender. Quizás nunca sabremos cuantas dificultades y obstáculos tuviste que superar hasta sacarte la carrera, aprobar las oposiciones, fundar tu academia de inglés y muchas otras actividades que desconozco.

Todos los que te conocimos, sufrimos por tu muerte, este día es muy triste en nuestras vidas, sentimos una enorme pena por tu familia y seres más queridos. En lo que yo buenamente pueda les ofreceré mi asesoramiento espiritual, mi cariño y mi amistad, por eso quédate tranquilo.

Todos los que te conocíamos sabemos de tu enorme amor. Amor por tu familia: tu mujer Nitu, tu hija Sarika y tu hijo Sunil, que por cierto tuvo una gran entereza y cumplió con sus deberes como hijo durante toda tu ceremonia. El amor por tu Madre, os veía cogidos de la mano paseando por la calle, el amor por tus hermanos y sobrinos. Ramesh siempre me ha hablado de ti con orgullo, eras el yerno que todo suegro hubiera querido tener: una persona responsable con la familia, respetuosa y trabajadora.

El amor por los compañeros de trabajo a los que siempre tratabas de animar y ayudar en los momentos de dificultad, para que se sintieran parte del mejor equipo del colegio, todos vinieron a darte un último adiós.

No nos dejes de recordar en tu nuevo destino, desde donde estés cuida especialmente de tu madre, mujer, hijos y todos tus seres queridos, para que puedan seguir el duro camino que la vida les ha puesto por delante. Guíanos con tu ejemplo e ilusión, para que, aunque no tengamos tu presencia física, sepamos siempre hacer lo mejor en esta vida. Nadie muere del todo mientras se lo recuerde con amor, nosotros tus amigos y seres queridos te recordaremos siempre y te enviamos luz y nuestros mejores deseos.

Has cumplido con lo que yo llamo las tres “P” del hinduismo. Has sido Putrah (hijo), Patí (marido) y Pitá (padre) has cumplido con los roles principales de la tradición hindú.

No se me ocurre otra cosa que recordar la canción que el grupo Queen compuso tras la muerte de mi querido Freddie Mercury: “No one but you (Only the good die young”) ("Nadie excepto tú (Sólo los buenos mueren jóvenes”). Recordando la parte de la canción que dice: And now the party must be over, I guess we'll never understand. The sense of your leaving, was it the way it was planned? Mi traducción Raju, para aquellos que no entienden la lengua de Shakespeare: “Y ahora la fiesta debe terminar, creo que nunca entenderemos el sentido de tu partida, ¿este era el modo en que fue planeado?”

Raju bhaiya, ambos somos apasionados de las lenguas, te lo conté en alguna ocasión, en sanscrito no existe la palabra “adiós” los hindúes decimos “Punardarshanaya” que significa literalmente que “siempre nos estaremos viendo” o dicho simplemente “hasta luego”. Si en esta vida no nos volveremos a ver más físicamente, seguro que de alguna forma nos veremos en otra vida.

Me despido de ti, con uno de mis versos favoritos de la Bhagavad-gita (capt.2-v.20) y que recite en la homilía por tu alma.

na jāyate mriyate vā kadācin
nāyaṁ bhūtvā bhavitā vā na bhūyaḥ
ajo nityaḥ śāśvato ’yaṁ purāṇo
na hanyate hanyamāne śarīre

El alma no ha nacido ni muere nunca. Cuando llega a ser, ya nunca deja de existir. Es no nacida, eterna, inmutable y antigua. No muere cuando matan el cuerpo.

Om Shanti (que Dios te de paz)

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