por Joaquín Albaicín
– Me gusta sentarme y charlar con peregrinos, porque relatan historias y
proponen acertijos harto más interesantes que los simples peatones.
Hagan la prueba y juzguen por sí mismos. Acaso suene a disparate, pues
lo es, me comenta el andariego con quien comparto hoy mesa y té, pero el
hinduismo, cuyo número de practicantes debe sobrepasar los mil millones
de almas, no está formalmente reconocido en España, ¿Cómo? Sí, en el
sentido de que, por ejemplo, a un moribundo o un recluso hindúes no les
asiste el derecho legal a recibir asistencia espiritual en el hospital
donde agoniza o la cárcel donde expía su pena, como está previsto que le
sea dispensada a un protestante, un judío o un musulmán.
¡Como les
digo! ¿Un poco más de té? ¿Más azúcar? Y esto acaece en España, donde
encontramos legalmente registrados en calidad de religión
tocomochos como –entre otros- la Cienciología, cuyas “doctrinas”
diríanse extraídas de un tebeo futurista. Del mismo derecho disfrutan
incluso religiones extintas hace ya siglos, como la que venera como
principales dioses a Thor y Odín, cuyo culto –o algo remotamente
parecido- ya sólo es posible practicar en virtud de extraordinarios
ejercicios de fantasía y buena voluntad. Al parecer, en España viven
alrededor de doscientos y pico “odinistas”. A los hindúes, en cambio,
que son muchísimos más y no se dedican a jugar a Erik el Vikingo, la
Administración les exige -de cara a constituirse formalmente como culto
con derecho a beneficiarse de ayudas de la Administración- la obtención
de un certificado de arraigo que ha de recibir, después, el visto bueno de una comisión de funcionarios expertos
en dicha materia, lo cual no deja de antojarse, como mínimo, delirante.
Porque, ¿qué es, exactamente, eso del arraigo? ¿Quién o qué es –sobre
todo, en boca de los misioneros del mundo globalizado- un experto en arraigo?
Otro sorbito de té… Un funcionario
nacido en Soria, estudiado en Salamanca y, finalmente, ocupante de una
plaza de algo en Barcelona… ¿Estará lo suficientemente arraigado como para poder ejercer como experto
en el particular? ¿Hasta dónde alcanzaría su competencia en arraigo?
¿Hasta el Burgo de Osma? ¿Hasta las Ramblas? ¿Abarcaría todo el campo
charro? ¿Llegaría sólo hasta los alrededores de la Universidad? ¿O el
criterio es otro?
Por ejemplo: cuando un padre
musulmán, católico o protestante espeta a su hijo: “¡Cállate ya,
desarraigado!”… ¿Significa eso que el islam, el catolicismo o el
evangelismo están perdiendo arraigo en la Piel de Toro? ¿Que dichas
confesiones están rozando la frontera de la legalidad religiosa? ¿Ante
qué clase de fenómeno nos encontraríamos?
¿Tienes fuego? Gracias. Sí, sigo fumando Habanos, aunque ahora se llame Herencia…
Desatinos legales como este siempre me han parecido, la verdad,
estrategias de ese empeño puesto en liza por la civilización occidental
moderna –bajo una apariencia todo lo pía que se quiera- para constreñir y
reducir en lo posible toda influencia de las religiones tradicionales
–y, por tanto auténticas- en el ánimo de los hombres, al tiempo que
procura su reemplazo por versiones grotescas e histriónicas de las
mismas. ¿Objetivo? Que los mercaderes se enseñoreen del templo a tiempo
completo y los bancos se conviertan en las nuevas catedrales (y
mezquitas, y sinagogas, y gurdwaras, y pagodas…) de la Nueva Era. El tiempo dirá si me asiste o no la razón.
Una de las personas que más gestiones
y esfuerzos están llevando a cabo para corregir tan absurda situación
es mi peregrino contertulio de hoy, Juan Carlos Ramchandani (o -como le
conocen sus maestros y discípulos- Krishna Kripa Dasa): conferenciante,
escritor y sacerdote hindú que, poco antes de pronunciar su conferencia
en el Palacio de Santa Bárbara de Madrid, me expresa su perplejidad ante
la demanda de que presente pruebas administrativas de notorio arraigo,
por cuanto, en la ciudad donde nació y siempre ha vivido, Ceuta, existe
una vitalísima comunidad hindú desde mediados del siglo XIX.
Ramchandani es autor de varios libros escritos en tono divulgativo para
dar a conocer las creencias y rituales básicos del hinduismo, como Dharma. Introducción al hinduismo (Nuevos Escritores) o Entre la materia y el espíritu
(Finis Terrae)… El primero es lo que su título indica. El segundo, un
sartal de ensayos breves en torno a problemas contemporáneos abordados a
partir de las herramientas de reflexión proporcionadas por la tradición
vaishnava -devocional- a que pertenece.
Presidente de la Federación Hindú de
España, Ramchandani recorre con denuedo la Piel de Toro no sólo como
oficiante de esponsales y orador, sino en calidad de romero, como acaba
de hacer participando en la Peregrinación Interreligiosa a Santiago de
Compostela, paseando su porte de santón hindú por las viejas sendas
antaño recorridas por los monjes de San Bernardo, los cruzados de
serpeantes cicatrices y los legendarios Condes de Pequeño Egipto y
salmodiando cada día y al romper el sol el Gayatri mantra, acaso tras haber pernoctado al abrigo de los muros de una antigua ermita del Temple.
Un vishnuíta tras los pasos del
Apóstol… ¡Ah, si Cunqueiro te hubiera conocido, Krishna Kripa Dasa! ¡Qué
gran relato hubiera escrito! Como a él ya no le es posible, habré de
ocuparme yo.
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