Laya H. Sajnani. Principio años 60 |
El 12 de noviembre de 2019 en la ciudad de Málaga a la edad de 80 años ha fallecido Srimati Lajwanti H. Sajnani, viuda de Sriman Hashumal N. Sajnani (Hari Narayana Dasa) quien fuera fundador de la empresa Almacenes Marisol y gran devoto de Krishna. A través de estas líneas quiero rendir un sincero y sentido homenaje a esta gran mujer que fue una ejemplar hija, esposa, nuera, madre y abuela. Aprovecho este artículo para transmitir mis condolencias y sentido pésame a sus hijos, nietos, nueras, cuñados, sobrinos y demás miembros de la familia, ya que por encontrarme de viaje no pude asistir al funeral.
Una mujer: muchos nombres, muchas cualidades
Nació el 28 de octubre de 1939 en Fez (Marruecos), hija de Nialchand y Rukmani Kirpalani, comerciantes sindhis establecidos en el que fuera protectorado francés de Marruecos. Sus padres le pusieron el nombre de Mohini, que entre sus varios significados destacan los de “personalidad atractiva y encantadora”, Mohini es la encarnación femenina del Señor Vishnu, Mohini simboliza la esencia de la belleza femenina y el poder de la seducción divina. Además de hablar sindhi, su lengua materna, aprende francés y árabe, al que luego le añadiría el español. Desde que la conocí en 1985, la he visto hablar con total fluidez en 5 lenguas diferentes.
Laya y Hashumal |
El 23 de noviembre de 1957 en la ciudad marroquí de Tánger, contrae matrimonio con Hashumal Navalrai Sajnani, quien sería su esposo, compañero y guía espiritual durante casi 60 años. La tradición sindhi indica que la mujer al casarse debe de recibir un nuevo nombre, le ponen Lajwanti, que significa “humilde y modesta”. Puedo corroborar que en los 35 años que la he tratado siempre hizo honor a ese nombre, siendo una persona humilde, cercana, sin ego alguno (a pesar de ser la esposa de un gran empresario) trataba con dignidad y respeto a todos, desde la empleada de hogar a los trabajadores de la empresa, como a cualquier persona que acudiera a su casa a realizar algún trabajo. El diminutivo de Lajwanti es Laya, por este nombre sería conocida por las amistades y personas cercanas. Su marido Hashu era el hermano mayor de la familia Sajnani y ella compartió su rol de cuidar y aconsejar a los hermanos menores de este, para ellos y sus mujeres se le conocía como Bhabhi (cuñada). En numerosas ocasiones fui testigo de cómo les daba cariño y aconsejaba a los cuñados y sus mujeres así como a los hijos de estos.
Laya fue iniciada en la tradición gaudya vaishnava por Srila Bhakti Charu Swami quien le puso el nombre de Krishnarupa Dasi, que significa “la sirvienta de la forma de Krishna”. Krishnarupa una vez más cumplió hasta el final con su sagrado nombre, fue una devota que cocinaba y adoraba con mucha devoción a las deidades de Radha Krishna que tenían en su casa. Ayudaba siempre a su esposo Hari Narayana Prabhu, en las celebraciones multitudinarias que este organizaba en Ceuta con motivo de la celebración de Janmashtami (día de la aparición del Señor Krishna) o las visitas del maestro y los devotos. También peregrino junto a su marido a los principales lugares sagrados de la India, donde visito muchos templos y se bañó en los ríos sagrados.
Krishnarupa junto a su marido Hari Narayana y el autor del artículo Krishna Kripa. Ceuta 1994 |
Yo, al igual que muchos devotos le llamábamos con respeto Matayi (madre), siempre con un trato muy hospitalario, cocinando y sirviendo prasadam (alimentos bendecidos) a todos los invitados que íbamos por su casa, ya fuéramos 2 o 20. Laja no solo fue la madre biológica de 5 hijos: Shila, Kumari, Kavita, Dinesh y Jaikishan, también crío como a una hija a su sobrina Soni. En realidad fue como una madre para todos los vaishnavas de España, un ejemplo para todos por su entrega y devoción a Shri Krishna. Cada nombre que tuvo supo honrarlo junto a su significado: belleza, elegancia, sencillez, humildad, cariño maternal, servicio incondicional y respeto para todos sin distinción de raza, credo o estatus social.
La familia junto a Guru Maharaj. 2006 |
Carta abierta a Krishnarupa Matayi
Mi querida Matayi, discúlpame que por primera vez te voy a tutear, pues siempre te hable de usted, pero cuando se escribe desde el corazón quedan anulados los formalismos. Tuve la gran fortuna de conocerte a finales de 1985, siempre sonriente y cercana, cada vez que me veías me preguntabas por mi salud y la de mi familia. Fuiste mi segunda madre, la esposa de mi jefe, mi guru-behan (hermana espiritual) y la “abuela india” de mi hijo Govinda. Podría contar numerosas anécdotas de las que he sido testigo directo durante las más de tres décadas que he tenido la oportunidad de estar cerca de ti, pero hoy solo compartiré tres, que para mí son de suma importancia. Recuerdo en 1986 en tu casa encima del Banco Hispanoamericano (ahora Santander) que teníamos la visita del maestro de aquella época, la casa estaba a rebosar con más de 60 personas entre devotos y familiares. Habías cocinado un banquete con una gran variedad de platos de la cocina vegetariana hindú, era la forma de agasajar al maestro y a los devotos que le acompañaban. Era un día laboral, yo entraba a trabajar a las 4.30 de la tarde, eran las 4.15 y por diversas razones todavía no habíamos comido, pero la tradición marcaba que hasta que no se sirviera primero al maestro y este probara la comida, nadie antes podía comer. Yo te dije: “me tengo que ir a trabajar, no me puedo quedar a comer” (yo tenía solo 16 años y era el “chico para todo” de la empresa), y me dijiste: “no te puedes ir sin comer, espérate que te doy prasadam” entonces un devoto dijo: “No, no le puedes dar la comida sin que antes la haya probado Gurudeva, sería una ofensa”. Entraste en la cocina y saliste con un bocadillo de queso envuelto en una servilleta, lo pusiste en mi mano y mirando al devoto dijiste: “¿Cómo se va a ir el niño sin comer al trabajo?, él ha estado esperando por el maestro, pero se ha retrasado todo. Yo le he preparado un bocadillo así no tocamos el prasadam, y él se lleva algo para comer.” Me fui muy contento con mi bocadillo, con el tiempo y la madurez que te van dando los años, me di cuenta de que Krishnarupa Matayi me enseñó con aquel sencillo acto, de que no hay que tener fe ciega, sino que hay que ser flexible y actuar de acuerdo a tiempo, lugar y circunstancias buscando la mejor solución para todos.
Ese mismo año, tuvimos un programa cultural en el salón de actos de Caja Ceuta (ahora Bankia) donde asistieron más de 400 personas, además de una conferencia y una obra de teatro se repartió comida a todos los asistentes. Terminado el programa y bien entrada la noche, había que recoger y limpiar todo. Ahí estabas tú, la señora del dueño de Marisol, con una fregona y un cubo limpiando el suelo, tu que tenías en tu casa a dos o tres empleadas de hogar, estabas dando un ejemplo de humildad y modestia en pos del servicio a Krishna. Que gran lección me distes con tu aptitud de servicio, de la líder que enseña con su propio ejemplo, siempre sin quejarte, dejando en un segundo plano tus dolores ya fueran físicos o emocionales.
La tercera anécdota fue cuando en 1994, unos meses después de que recibiéramos juntos la iniciación de Guru Maharaj, tuve la oportunidad de hablar por primera vez en un programa de televisión. Cuando se emitió, me dijiste: “has hablado muy bien, con conocimiento y serenidad, parecías un devoto llegado de la India, sigue así y llevaras la espiritualidad a muchos lugares”. Tus palabras de ánimo, me enseñaron a nunca rendirme, a nunca arrojar la toalla por muchos obstáculos que me pusiera la vida. Me enseñaste a destacar lo bueno sobre lo malo y animar a la persona que está comenzando un camino.
Tu partida hacía el mundo espiritual me produce una sensación agridulce, por un lado la tristeza de no poder verte más físicamente, de no volver a saborear tu rica comida cocinada con la especia de la bhakti (devoción), de no volver a ver tu sonrisa, de no escuchar tus “regañetas” a Dada. Pero, por otro lado me siento feliz de que vayas a Goloka Vrindavan (la morada eterna de Krishna), donde te has reunido después de 3 años con tu amado Hari Narayana Prabhu. Has obtenido un cuerpo eterno, lleno de sabiduría y felicidad, así podrás seguir sirviendo más y mejor a Sri Radha Krishna, la pareja divina. Te ruego que no nos olvides, que nos envíes de vez en cuando tus bendiciones y cariño a todos los que te quisimos durante tu presencia física en este mundo material.
Con Prema (amor) y Bhakti (devoción) me despido de ti con un eterno sentimiento de gratitud por todo lo que nos diste y enseñaste.
Tu sirviente, Krishna Kripa Dasa
El autor junto a Krishnarupa y Hari Narayana Prabhu en la ceremonia de Upanayanam de Govinda. 2013 |