Este año se cumple el vigésimo aniversario (1999-2019) del fallecimiento de mi padre: Shanker Chellaram Ramchandani, para recordar su memoria, reedito este artículo que apareció originalmente en mi libro A la luz de los Vedas (2001).
Introducción
Los acontecimientos aquí citados son hechos reales, que no solo sirven para ilustrar el proceso al cual todos debemos de enfrentarnos, que no es otro que la muerte. El paso hacia otra existencia sea mejor o peor, es algo que toda entidad viviente debe de asumir. Es el viaje que todos debemos de emprender, el viaje del alma. Y por eso quiero compartir la experiencia que de mas cerca he podido vivir, la despedida del alma de un ser querido, una historia no solamente triste, sino llena de esperanza, devoción y compasión por todas las almas que hayan estado, están o estarán en una situación similar.
Mi padre en el templo de Radha Madan Mohan en Hyderabad, India. 1992 |
Ceuta, principios de febrero de 1.999. Fui de visita a casa de mis padres. Mi padre Shanker, era un humilde comerciante que llego a Ceuta en 1.958 procedente de la India. Mi madre Rosa, una ceuti de familia cristiana con tradición marinera. Estuvieron casados 33 años y tuvieron cuatro hijos, de los cuales soy el segundo.
En 1984 (con 46 años) mi padre se jubiló debido a una grave enfermedad. Debido a lo delicado de su salud, solía en invierno viajar a la India para así alejarse del frió de Europa, y pasar un cálido invierno, para mas tarde regresar a España a mediados de primavera, cuando mejoraba el clima. Esto lo había repetido casi todos los años y no era nada nuevo para nosotros.
El motivo de mi visita era ir a despedirme de mi padre, pues se marchaba en otro de aquellos viajes a la India, como yo le comentaba en tono bromista: “pareces el rey que cambia de palacio según la estación”. Pero el viaje de aquel año no parecía como otro cualquiera. Encontré a mi padre físicamente muy mal, con dificultad para respirar y poder caminar. Su rostro denotaba inquietud, como si tuviera prisa por salir de allí. Una persona en esa condición no era nada recomendable, que hiciera un viaje tan largo. Pero él estaba dispuesto a ir a la India a cualquier precio, había una fuerza sobrenatural que le estaba empujando, ¿hacia donde?
Mi padre, yo en brazos de mi madre y mi hermano mayor (1970) |
Después de almorzar juntos, le pedí que me trajera algunos libros que necesitaba, para el libro que estaba escribiendo (Corazones de la India...) y que a su regreso terminaríamos la entrevista que teníamos pendiente, para el mismo trabajo. Cuando me despedí de él, en mi interior sentí que de este viaje no volvería jamás. Esa fue la última vez que le vi de pie y con sus gafas puestas, me dio un fuerte abrazo de despedida.
Antes de tomar mi padre el vuelo hacia Bombay, mis padres decidieron pasar unos días juntos en Madrid, allí su estado empeoraría de forma alarmante y fue hospitalizado. El 13 de febrero, nos avisa mi madre que viajáramos a Madrid, los médicos preveían un fatal desenlace en cualquier momento, y lo mejor era que estuviéramos todos juntos en aquellos difíciles momentos. Apresuradamente prepare el equipaje y al día siguiente volé a Madrid, acompañado de mis hermanos Javier y Miguel. Yo llevaba conmigo ciertos objetos sagrados pues si ocurría lo que parecía inevitable, quería asistir a mi padre en el paso hacia la otra existencia, y ayudarle a que no volviera a reencarnar más en este mundo material.
La última vez que coincidimos en la India. Adipur 1996 |
Una vez llegamos al hospital, fuimos a la UCI donde se encontraba mi padre, solo podían pasar dos personas por visita. Entramos mi hermano pequeño Miguel y yo. Mi padre se encontraba postrado en la cama y lleno de cables y aparatos por todo su cuerpo. Tenia una mascarilla de oxigeno, pero estaba consciente y de inmediato nos reconoció. Mientras él cogía la mano de Miguel y se esforzaba por comunicarse, yo discretamente comencé a sacar toda la parafernalia de mi bolsa, trataba de hablar con mi padre sin que el se esforzara mucho. De las cosas que me dijo, recuerdo que me comento que se sentía muy orgulloso de mí, por haber dedicado mi vida a aprender y enseñar la cultura y espiritualidad hindú. Y que continuara con mi labor a pesar de los obstáculos que hubiera.
Había poco tiempo y debía de actuar rápidamente. Lo primero que hice fue ponerle gotas de agua de 1.008 lugares sagrados de la India (Sahasra Tirtha Jala), que fueron recogidas en el año 96 con motivo del Centenario del nacimiento del maestro Swami Prabhupada. Le puse esta agua sagrada en diferentes partes de su cuerpo, esto le hizo tranquilizarse. No había podido ir a la India, pero allí estaban todos los ríos sagrados encabezados por el Ganges, para purificarle de cualquier reacción pecaminosa. Las Escrituras dicen que por el simple echo de entrar en contacto con el agua del Ganges, uno se libera del castigo de Yamaraja (la divinidad de la muerte.)
Luego frote su frente con hojas de Tulasi, una planta sagrada muy querida por el Señor Krishna.
En las escrituras sagradas se menciona: “Si, en el momento de la muerte, alguien es untado con hojas de Tulasi, se liberara de todos sus pecados y avanza hacia Vaikuntha, el mundo espiritual”
En las escrituras sagradas se menciona: “Si, en el momento de la muerte, alguien es untado con hojas de Tulasi, se liberara de todos sus pecados y avanza hacia Vaikuntha, el mundo espiritual”
Su reacción al sentir en su cuerpo las pequeñas hojas de Tulasi, fue como si le estuvieran apagando un fuego abrasador que quemaba su piel. Sobre su frente le puse tilak vaishnava (marcas verticales echas de arcilla sagrada, que indican que eres un devoto de Vishnu.) Los lugares donde se coloca el tilak no son sitios arbitrarios. Son puntos sensitivos que absorben fácilmente la energía espiritual generada por recitar en voz alta los nombres del Señor e instalarlo en esas posiciones. Si un devoto aplica las marcas del Señor, Este se complace y vive con él, haciendo que su cuerpo se vuelva un templo.
El Señor Krishna dice: “Una persona que ve las marcas del tilak, no importa dónde abandone su cuerpo, montara en una nave de Vaikuntha y ascenderá a Mí morada.”
Finalmente le acerque al oído, una pequeña grabadora tocando una cinta de Srila Prabhupada cantando el Maha-mantra: Hare Krishna, Hare Krishna, Krishna Krishna, Hare Hare, Hare Rama, Hare Rama, Rama Rama, Hare Hare. A pesar de su debilidad y el gran esfuerzo que le suponía el hablar, comenzó a repetir el mantra muy claramente Hare Krishna Hare Rama...
Las Escrituras Védicas afirman:
“Si uno canta el santo nombre del Señor, incluso en una condición desamparada o sin desear hacerlo, todas las reacciones de su vida pecaminosa se van, tal como cuando un león ruge, todos los animalitos huyen despavoridos.” - (Garuda Purana)
“Por el echo de cantar una sola vez el santo nombre del Señor, que esta formado por las dos silabas Ha-Ri, uno garantiza su camino hacia la liberación.” - (Skanda Purana)
Unos minutos mas y se acabo el tiempo de visita. Era el turno para mi madre y hermano mayor. Mi padre se queda muy relajado, y yo tranquilo de haberle podido asistir espiritualmente estando todavía consciente.
Al día siguiente, el estado de mi padre empeora por lo cual los médicos optaron por entubarle y sedarlo. El medico nos dijo que podíamos pasar a verle y a hablar con el unos minutos. Cuando llega mi turno, trate de aprovechar esos preciados minutos, así que le dije a mi padre en el oído, que recordara a Krishna en todo momento. También le hable de Krishna le iba a dar un nuevo cuerpo, una forma espiritual eterna, llena de conocimiento y completa felicidad. Me contesto diciendo que lo sabía y que ya estaba preparado para el viaje. Me pidió que me encargara de supervisar todos los rituales funerarios, que diera una comida a los devotos y que llevara sus cenizas a la India. Le asegure que cumpliría con su voluntad y le volví a repetir el maha-mantra en su oído. Le di un abrazo como pude entre tantos cables y aparatos y le di un beso. Esa fue nuestra última conversación.
Por la tarde en el hospital, mi madre me comenta que una enfermera le dijo, que durante aquella mañana, mi padre pidió con mucha insistencia que quería ver a un sacerdote. El cura vino y le pregunto a mi padre si era cristiano, a lo que él respondió que no, que era hindú pero que le gustaría hablar con él. Mi padre siempre fue muy respetuoso con todas las creencias. Le he visto visitar templos, iglesias y mezquitas, ofrecer sus respetos a Krishna y a Jesucristo por igual. A pesar de haber recibido los sacramentos hindúes, antes de dejar su cuerpo, también tenía el deseo de recibir el confort y la asistencia cristiana, la Fe de su esposa y comunidad con la que convivió por más de cuarenta años.
Con mi padre y Keshava Bharati Goswami. Ceuta 1986 |
Pues bien el sacerdote le dijo que NO, que si no era cristiano, no podía hacer nada, que primero se tenía que bautizar y se marcho... Según la versión de la enfermera mi padre se quedo muy triste, esto ocurrió antes de yo le visitara. Al oír aquello, me sentí muy dolido ¿cómo le negaron la asistencia espiritual? ¿Qué clase de cristiano era el cura? Tengo muy buenos amigos cristianos. Gente piadosa, respetuosa y amable. Por consiguiente nunca he pensado en generalizar, pero un sacerdote en aquel lugar y momento, me sacaron de mis casillas. Quería buscarle y decirle unas cuantas cosas a la cara, estaba muy enfadado, pero en unos instantes me calme y reflexione. Comprendí que de forma “oficial” no le podía dar la extremaunción, pero la salvación, la redención, el mundo espiritual, son para todas las almas y no son el patrimonio particular del cristianismo, hinduismo, judaísmo, islamismo o cualquier otro ismo. Entonces mentalmente perdone al sacerdote y ore para que rectificara su actitud en el futuro ante casos similares.
Desde aquel día mi padre permanecía en estado de como inducido. Los días iban pasando y mi padre no experimentaba mejoría alguna, en realidad su estado empeoraba por momentos. Los médicos no nos daban ninguna esperanza de recuperación, pero le seguían teniendo conectado a todo tipo de aparatos, en un vano esfuerzo de mantenerle con vida, ¿pero qué calidad de vida?
No era la primera vez que mi padre estaba al borde de la muerte. Siempre había luchado contra la muerte y salido victorioso, pero esta vez decidió bajar sus armas, como hizo el abuelo Bhishma en el campo de batalla de Kurukshetra, quizás ya estaba cansado de vivir o sintió que su misión en este mundo material ya había terminado.
Su alma, el verdadero ser, quería liberarse del cuerpo que ya le era inservible. Pero las maquinas le mantenían encadenado al cuerpo.
En mis oraciones al Señor le pedía que si ya no existía la posibilidad de una recuperación, que Él liberara su alma de este cautiverio material.
Pasados nueve días, los doctores decidieron desconectar a mi padre, ya solo era cuestión de tiempo. El 24 de febrero de 1.999 mi madre entro a visitar a mi padre, yo le esperaba fuera en la sala de visitas, de pronto una enfermera me llamo y me pasaron a una sala especial del hospital. Allí yacía mi padre ya sin ningún aparato conectado a su cuerpo, le pedí a la enferma que se llevara a mi madre fuera. El rostro de mi padre presentaba un aspecto relajado, en contraste con los agónicos días pasados, tenía una ligera sonrisa en sus labios y reflejaba mucha paz. Me acerque a su oído y le recite el “mantra del paso” de vez en cuando la maquina que indicaba las pulsaciones hacia algún movimiento la enfermera me dijo que eran actos reflejos. Me pidieron que saliera de la habitación y que al rato nos informarían. A la dos y punto de aquel día, el alma de mi padre Shanker abandonaba definitivamente el cuerpo, para viajar a una mejor existencia.
La enfermera nos comento que en sus siete años en aquel hospital no había visto morir a nadie con tanta paz y sosiego.
Puja por el 20 aniversario del fallecimiento de mi padre. 24 febrero 2019 |
Después del shock, llamadas de teléfono a familiares y amigos, papeleos del hospital etc. Tuve un momento para reflexionar y comprender lo bella pero efímera que es la vida.
El viernes 26 viaje por carretera desde Madrid hasta Algeciras con el coche fúnebre que trasportaba el cuerpo de mi padre, durante todo el viaje fui rezando en mi rosario (japa-mala) mantras y orando al Señor para que los ritos funerarios salieran bien. Una vez en Ceuta, nos trasladamos al velatorio, allí recibimos muestras de condolencia de familiares, amigos y gente que quería acompañarnos en aquellos tristes momentos. Cerca del féretro, improvise un pequeño altar con fotos de los maestros y las imágenes sagradas de Radha-Krishna, ofrecí incienso, flores y unas lamparillas de aceite, sin cesar sonaba una grabación de Prabhupada cantando las glorias del Señor. Para todos los allí presentes, leí el segundo capítulo de la Bhagavad-gita, en este capitulo se habla de la eternidad del alma, de la reencarnación, karma. Todas las personas coincidieron en el conocimiento tan detallado que nos da la Bhagavad-gita acerca del origen y existencia del alma.
El sábado 27 los devotos llegados del templo de Málaga, dieron una charla, hicimos kirtan. Del velatorio nos dirigimos al crematorio, allí el sacerdote hizo el Antieshty-kriya o rituales funerarios de acuerdo a los Vedas. Después de poner al cuerpo de mi padre un chal con los mantras de Krishna, los asistentes untaron su cuerpo con mantequilla y lo rociaron con diferentes perfumes. Finalmente siguiendo la tradición, mi hermano mayor encendió la pira funeraria que comenzó a arder rápidamente. Después de largas horas de espera, cuando el cuerpo estuvo totalmente incinerado, procedí a recoger y depositar en una pequeña vasija de metal cenizas y pequeños huesos del cuerpo de mi padre, para en su debido momento ser llevados a la India y ser depositados en un rió sagrado. El resto de las cenizas fueron recogidas en sacos y arrojadas al mar desde una embarcación en la Bahía de Ceuta. Luego vinieron doce días de luto y purificación. Al terminar los doce días ofrecí una comida especial a los devotos en los templos de Málaga, Madrid y Guadalajara, se cocinaron muchas preparaciones que una vez ofrecidas a las Deidades se repartieron en nombre de mi padre a todos los asistentes.
Algunos días después recibí una carta de mi maestro espiritual, donde me comentaba lo afortunado que fue mi padre, al haber recibido asistencia espiritual en sus últimos momentos y que su alma seguro había llegado a un sitio infinitamente mejor que este, por ultimo me comentaba que llevara sus cenizas a Mayapur lugar de nacimiento de Sri Chaitanya, y considerado un avatar (encarnación) de Krishna. Cuando viaje a la India, deposite un poco de las cenizas de mi padre en el río Yamuna en Vrindavan (tierra de Krishna), en Mayapur como aconsejo mi maestro y en el Ganges en Varanasi, (la ciudad de Shiva). Luego comencé un tirtha yatra o peregrinación por diversos lugares sagrados de la India, donde llevaba siempre una foto de mi padre para que hicieran pujas (ceremonias) en los templos, estuve en Pandharpur donde hicimos una puja especial a la deidad del Señor Vithala, luego en el extremo sur de la India en el templo de Adi Keshava en Kerala. Aquel año termine en los Himalayas recorriendo los lugares santos y confluencias de los ríos sagrados, la foto que se dice lleva parte de la energía de la persona que aparece en ella me acompaño en todo momento, hicimos el peregrinaje juntos.
Depositando una pequeña porción de cenizas de mi padre, en Panch Ganga. Varanasi, India |
En la India, se incineran los cuerpos para que el alma pierda el apego por ese determinado cuerpo en el cual estuvo residiendo y que esa alma pueda trasmigrar o viajar a otro cuerpo. Sin embargo aquella persona que abandona el cuerpo en circunstancias tan auspiciosas como las anteriormente relatadas, se dice que ya no vuelve a reencarnar sino que hace el último viaje, el viaje de vuelta a casa, de regreso a Dios.
Mi padre fue un amigo, un mentor y la primera persona que desde pequeño me habló de la India y su filosofía y cultura, a él le estaré eternamente agradecido, la semilla de devoción que puso en mí, luego sería madurada por mis maestros espirituales.
“Para el alma no existe el nacimiento ni la muerte en ningún momento. Ella no ha llegado a ser, no llega a ser y no llegará a ser. El alma es innaciente, eterna, permanente y primordial. No se la mata cuando se mata el cuerpo.” (Bhagavad-gita, 2-20)
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